lunes, 13 de octubre de 2014

Frustración

Hace un tiempo os hablé de que no quería llevar al niño a la guardería que prefería que fuera directamente al colegio e incluso que no fuera el primer año porque me parecía una etapa de muchos cambios para un niño de tres años como por ejemplo: nuevo ambiente, nuevos niños, nuevos adultos, nuevos aprendizajes, nuevas normas, nuevos horarios,...

Pero entonces caí, y ¿si va un año antes a la guardería? Se iría acostumbrando a esas normas y esos horarios. Comprobaría por si mismo que estar con niños de su edad y con adultos especializados en su pedagogía serían más eficaces que estar todos los días en la misma casa, con los mismos juguetes (¡mentira cochina! Que como mínimo entra un juguete/juego nuevo semanalmente), y la misma adulta que le dice una y otra vez "no abras los cajones... no abras los armarios... no saques lo que hay dentro de los armarios... no tires lo que acabas de sacar del cajón... recoge lo que tiraste y mételo en el armario..." y finalmente hacerlo la adulta pesada que no para de ponerle trabas en su curiosidad porque quiere ver como el bote de harina se derrama por el suelo o ver como se abren esa tijeras tan atrayentes y espera a ver como si cierran... ¡qué ya es la bomba!

Recuerdo el comentario de una vosotras que me decía que no podía darle la misma "marcha" a su hijo que sus amigos de la guarde/cole. Pues estoy empezando a opinar lo mismo. No sólo eso, sino que acabo agotado física y psicológicamente. Por lo menos, hasta ahora podía sacarlo de paseo y llevarlo al parque pero no para de llover y el pobre está casi todo el día encerrado en casa. Sinceramente, yo me subiría por las paredes.

También siento, que aunque me paso mucho tiempo con él jugando y enseñándole, que estoy desperdiciando un tiempo precioso que podría ser utilizado para desarrollarse a otros niveles como el lenguaje (no dice palabra, parecía que ahí atrás asimilaba alguna pero volvimos a retroceder), o el caminar, o socialmente, o psicológicamente, o sus habilidades. Y algo también importante, cansarlo.

Porque aquí, quien acaba agotada, soy yo. Apenas puedo fregar los platos, poner una lavadora, y hacer una comida en la que le estoy constantemente diciendo que no se acerque a la sartén caliente con aceite caliente para que al final confunda el eucalipto con el laurel y tirar la comida que tanto trabajo y lágrimas (suyas) que me había costado. Sin duda, no merece la pena, me hubiese sido mejor poner una pizza congelada en el horno y estar con él.

Lo que acabo notando es que me encuentro frustrada como madre porque no "exprimo" lo suficiente sus capacidades, como ama de casa porque dejo todo a medias y para el final, como esposa porque acabo agotada con Peque y ya ni se quién cuando ha caído en brazos de Morfeo, y como persona, porque fuera de los tres casos anteriores, no tengo vida.

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